Cada equinoccio de primavera y otoño, la pequeña villa de Celanova, en Ourense, se convierte en un espectáculo para vecinos y turistas. La magia que envuelve a la pequeña capilla de San Miguel es el motivo.
Allí nos congregamos puntualmente al amanecer (eso sí, ¡hay que madrugar para verlo!) numerosos curiosos y algunos amantes de la fotografía para observar este fenómeno astronómico tan especial, que marca el inicio de las estaciones más coloridas del año: la primavera y el otoño. Pero, ¿de qué misterioso fenómeno estamos hablando?
Nos referimos a los equinoccios. Los equinoccios son un fenómeno astronómico que se produce solamente en dos momentos concretos al año, coincidiendo con el cambio de estación de invierno a primavera y de verano a otoño en el Hemisferio Norte; y por eso reciben el nombre de equinoccio de primavera y equinoccio de otoño.
En dichos momentos, el sol se sitúa exactamente en el ecuador de un planeta, propiciando así que los días duren casi exactamente lo mismo que las noches, a diferencia de los solsticios, donde la duración del día y la noche son muy dispares.
Los días en los que se produce el equinoccio no coinciden todos los años, ya que no siempre tienen la misma duración (recordemos que cada cuatro años se añade un día más al calendario. Lo que conocemos como año bisiesto). En primavera, el fenómeno puede oscilar entre los días 19 y 21 de marzo y en otoño entre los días 21 y 24 de septiembre.
Si quieres ampliar más información sobre los equinoccios y cómo han influido en nuestras culturas a lo largo de la historia, te aconsejamos pinches aquí. National Geographic nos cuenta muchas curiosidades sobre este fenómeno y cómo se ha vivido y vive a lo largo de todo el mundo.
¿Qué ocurre en la Capilla de San Miguel que nos moviliza a todos para acudir al espectáculo?
Con la salida del sol, y únicamente durante los equinoccios de primavera y otoño (siempre que la nubosidad lo permita), los rayos de sol se cuelan por las pequeñas ventanas de la capilla de San Miguel, formando una perfecta estrella. La estratégica ubicación de esta capilla del siglo X propicia que vivamos un momento mágico durante dos pequeñísimos instantes al año. ¿Será cosa de meigas? ¿Tendrán algo que ver nuestros antepasados celtas y sus rituales alrededor de los cambios de estación? 😉
Misticismo a parte, la capilla de San Miguel de Celanova está rodeada de misterio por otros muchos motivos.
Algo de historia
Como decíamos al principio de esta lectura, la capilla fue edificada durante el siglo X, aunque la finalidad de su construcción y posterior uso es a día de hoy incierto. Algunos historiadores afirman que fue construida por San Rosendo, el fundador del monasterio de Celanova, como recinto funerario para su hermano Froila; mientras que otros confirman que fueron ambos quienes la crearon y lo hicieron con el fin de que fuese un oratorio.
Sea cual fuese el motivo, se trata sin lugar a dudas de un caso de singular. Su antigüedad y el haber permanecido intacta desde el siglo X le confieren una importancia más que resaltable. Y si a este hecho le sumamos las pequeñas dimensiones de la capilla, nos encontramos ante un lugar muy pero que muy especial. Con 8,5 metros de largo y 3,85 de ancho, está considerada la capilla mozárabe más pequeña de noroeste peninsular.
La vinculación de la familia de San Rosendo, el fundador del monasterio, con la cultura islámica es la causante de que nos encontremos ante una capilla de estilo mozárabe. Además, la capilla de San Miguel posee numerosos elementos que nos revelan que el autor de la obra pudo haber pertenecido a la escuela de maestros de la propia Mezquita de Córdoba.
Otra de las peculiaridades de esta capilla es la similitud con otro importante templo mozárabe en el noroeste de España, la iglesia de Santiago de Peñalba, en el Bierzo. Algunos autores incluso afirman que la capilla de San Miguel es una copia en pequeño de este templo, pudiendo haber estado construidas ambas por el mismo autor.
Y tal es la importancia de esta capilla que fue declarada Monumento Nacional en el año 1923, el mismo año en el que también se declaraban como tal los monasterios de Santo Estevo de Ribas de Sil y San Pedro de Rocas en Ribeira Sacra, el monasterio de Oseira en el Ribeiro o el claustro de San Francisco en Ourense.
Hoy en día, esta maravilla se puede visitar a través de las visitas guiadas organizadas por la Oficina de Turismo de Celanova y la Fundación Curros Enriquez.
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